El aislamiento de Helicobacter pylori es un proceso que requiere meticulosa atención a diversos factores debido a la naturaleza frágil del organismo. La recolección y transporte adecuado de las muestras es fundamental para asegurar la recuperación efectiva del microorganismo. Es esencial que las biopsias de duodeno o estómago se conserven en soluciones salinas estériles, medio de Stuart, caldo de Brucella con glicerol, o medios de transporte entéricos como Cary-Blair. Estas muestras deben ser entregadas al laboratorio de microbiología lo más rápido posible, evitando fluctuaciones significativas en las condiciones atmosféricas o de temperatura para minimizar la pérdida de células viables.

Las muestras recolectadas generalmente se cultivan en medios de agar no selectivos enriquecidos para facilitar el crecimiento de H. pylori. Sin embargo, en el caso de muestras gástricas contaminadas, se pueden utilizar agares suplementados con antibióticos, como los de Skirrow o Dent, para inhibir el crecimiento de otras microfloras. Las placas de agar deben incubarse a 35-37°C en condiciones microaeróbicas, con 5-10% de O2 y 5-15% de CO2, durante un periodo de 3 a 7 días. Las colonias de H. pylori suelen tener un aspecto pequeño, translúcido y circular en el agar, y típicamente tardan al menos 48 horas en crecer.

Aunque existen algunas propiedades bioquímicas comunes que pueden ser evaluadas en el laboratorio, como la actividad de catalasa (positiva), ureasa (positiva) y reducción de nitratos (negativa), estas no son suficientemente distintivas para identificar a H. pylori de manera inequívoca, dado que otros microorganismos pueden presentar características similares. Es por ello que los métodos más utilizados para la identificación de H. pylori a partir de cultivos son la espectrometría MALDI-TOF y la secuenciación del gen 16S rRNA. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el uso de antimicrobianos, inhibidores de la bomba de protones y preparaciones de bismuto pueden suprimir el crecimiento de H. pylori, lo que puede resultar en resultados falsos negativos en todos los métodos de diagnóstico, especialmente en los cultivos.

El análisis de susceptibilidad antimicrobiana se lleva a cabo mediante la dilución en agar usando agar Mueller-Hinton suplementado con 5% de sangre de oveja envejecida, lo que requiere que H. pylori haya sido cultivado previamente. Las placas deben incubarse en un ambiente microaeróbico a 35-37°C y leerse después de tres días de incubación para determinar la concentración mínima inhibitoria (CMI), que es la dilución a la cual no se observa crecimiento visible. La prueba de susceptibilidad antimicrobiana de H. pylori se realiza en laboratorios de referencia para antibióticos como amoxicilina, claritromicina, levofloxacina, metronidazol, rifampicina y tetraciclina. Sin embargo, los puntos de corte interpretativos solo están disponibles para la claritromicina.

Además de las pruebas basadas en cultivos, la detección molecular de variaciones de nucleótidos en el gen 23S del ARN ribosomal, asociadas con la resistencia a la claritromicina, también puede realizarse en muestras de heces y biopsias gástricas de pacientes infectados con H. pylori.

Es importante resaltar que H. pylori es un carcinógeno de clase 1, categorizado como definitivo, y se asocia con un mayor riesgo de desarrollar cáncer gástrico y linfoma MALT. El diagnóstico de infección por H. pylori puede realizarse mediante métodos no basados en cultivo, tales como la prueba del aliento con urea, la prueba de antígeno en heces, tinciones histológicas y pruebas rápidas de ureasa de biopsias obtenidas durante una endoscopia.

Los regímenes de tratamiento estándar incluyen un inhibidor de la bomba de protones, claritromicina y amoxicilina o metronidazol. En casos de resistencia a la claritromicina, alergias a la penicilina o fallos en el tratamiento, se deben utilizar opciones terapéuticas alternativas. La resistencia a la claritromicina es común, se ha observado a nivel mundial y ha aumentado al 17.4% en los Estados Unidos.

El seguimiento adecuado de la susceptibilidad antimicrobiana de H. pylori es clave para la eficacia del tratamiento. A medida que la resistencia a los antibióticos se incrementa globalmente, el ajuste de las terapias basadas en los resultados de estas pruebas puede ser determinante en la erradicación de la bacteria y la prevención de complicaciones graves asociadas con su presencia, como el cáncer gástrico y el linfoma MALT.

¿Cómo se detectan los virus en cultivos celulares y qué técnicas son clave en la virología diagnóstica?

La entrada de los virus en células susceptibles se produce mediante la alteración temporal de la membrana celular objetivo. En la práctica, la replicación viral en cultivos celulares puede ser observada microscopicamente mediante diversas técnicas. Una de las más conocidas es la observación del efecto citopático (ECP), que hace referencia a la alteración o aparición de características anormales en las células infectadas. Los virus frecuentemente inducen efectos citopáticos característicos, permitiendo que un virólogo entrenado pueda, en muchos casos, identificar el virus solo por la apariencia de las células afectadas. Sin embargo, para asegurar un diagnóstico preciso, se recomienda utilizar métodos específicos como la tinción con anticuerpos monoclonales en fluorescencia (IF) en células infectadas y fijadas.

La aparición del ECP varía dependiendo del tipo y la edad de la línea celular utilizada, así como de la fase del ECP (temprana o tardía). Además de los cambios morfológicos que se observan en las células, el tiempo de aparición del ECP y la velocidad con la que progresa son factores cruciales para que un tecnólogo experimentado pueda identificar un aislado viral. Los ejemplos de ECP, observados bajo el microscopio, muestran cambios que ayudan a diferenciar infecciones virales específicas. Por ejemplo, en la infección por virus varicela-zóster (VZV), las células inicialmente se redondean, y más tarde presentan una apariencia degenerada, quedando como lesiones focales dentro del monocapa celular. Por otro lado, las células infectadas por adenovirus se agrupan en cúmulos redondeados, dando lugar a formaciones en racimo o estructuras similares a una malla.

La técnica de inmunofluorescencia (IF) es ahora un procedimiento común, facilitado por la disponibilidad de reactivos comerciales. En este proceso, las células se aplican sobre una placa de vidrio y luego se tratan con un anticuerpo monoclonal específico dirigido a una proteína viral. Este anticuerpo puede estar marcado con un fluorocromo, lo que permite su visualización mediante un microscopio de fluorescencia. Esta metodología no solo ayuda a detectar el virus más rápidamente, sino que también puede acortar significativamente el tiempo de detección de virus clínicamente relevantes en comparación con los cultivos en tubos estándar. Por ejemplo, la utilización de viales de concha con tinción IF para el virus citomegálico (CMV) permite reducir el tiempo de diagnóstico de una semana a 2-3 días, lo cual es crucial para el manejo de pacientes con inmunodeficiencias.

En ciertos casos, es posible combinar o co-cultivar diferentes líneas celulares dentro de un solo recipiente para reducir el número de cultivos individuales necesarios en el laboratorio. Por ejemplo, un sistema de co-cultivo que permita la detección simultánea de los virus del herpes simple (HSV) y VZV puede optimizar el proceso diagnóstico. Estos cultivos de viales de concha pueden ser examinados hasta por 5 días en busca de ECP, o bien pueden ser sometidos a tinción antes de que aparezca el ECP para acelerar el proceso.

La detección directa de antígenos en las muestras del paciente se ha consolidado como una parte esencial del diagnóstico virológico debido a su rapidez. Técnicas como los ensayos inmunoenzimáticos (EIA) y la inmunofluorescencia directa (IF) permiten obtener resultados en un corto período de tiempo, de entre 15 y 120 minutos, lo cual es fundamental en situaciones de urgencia. No obstante, la rapidez de estos métodos puede implicar una menor sensibilidad o especificidad en comparación con los métodos de cultivo más lentos. Esto es especialmente evidente en la detección de virus como los de la gripe A y B, cuyos resultados mediante detección rápida pueden tener una sensibilidad de solo el 50-80% en comparación con los cultivos. Sin embargo, en algunos casos, las pruebas de antígenos, como la IF para el virus respiratorio sincitial (VSR), tienen una sensibilidad comparable a la de los métodos de cultivo.

Los métodos de detección de ácidos nucleicos, tales como la amplificación de ácidos nucleicos (NAT), son una de las herramientas más avanzadas en los laboratorios de virología diagnóstica. Estos métodos permiten detectar o cuantificar secuencias de ácido nucleico viral en muestras clínicas. Entre los virus comúnmente analizados por esta técnica se encuentran el herpes simple (HSV), el citomegalovirus (CMV), el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el virus de la hepatitis C (VHC), y el virus del papiloma humano (VPH), entre otros. La amplificación de ácidos nucleicos ofrece una alta sensibilidad analítica y clínica, superior a la de los métodos de cultivo y detección de antígenos.

El método más reconocido dentro de las técnicas de amplificación es la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), que se basa en la replicación dirigida por cebadores de ADN. En este proceso, se utilizan cebadores específicos que se unen a secuencias complementarias del ADN viral, lo que permite amplificar regiones específicas del genoma viral. A través de ciclos térmicos, donde el ADN se desnaturaliza a temperaturas altas y luego se reincorpora a temperaturas más bajas, el número de copias del ADN viral se duplica exponencialmente. Este proceso permite una detección extremadamente precisa, incluso de pequeñas cantidades de material genético viral, lo que hace que la PCR sea una herramienta esencial en la virología moderna.

Es importante destacar que, aunque las técnicas moleculares han revolucionado el diagnóstico virológico, su rendimiento puede variar dependiendo de varios factores, como los métodos de extracción de ácidos nucleicos, el diseño de los cebadores y sondas, y la tecnología utilizada para la amplificación y detección. Estos aspectos son determinantes para garantizar resultados precisos y confiables en el diagnóstico de infecciones virales.

¿Cómo los hongos afectan a la salud humana y cuál es su importancia en la medicina moderna?

Los hongos producen esporas o conidias para propagarse y dispersarse como aerosoles. Desempeñan un papel esencial en muchos ecosistemas de nuestro planeta, siendo los principales recicladores de restos orgánicos en la naturaleza. Muchos de estos organismos han sido adaptados por el ser humano para el desarrollo de diversas industrias, como la fabricación de alimentos (por ejemplo, las levaduras en productos de fermentación como la cerveza, y los mohos en la producción de quesos) y el desarrollo de productos farmacéuticos. De hecho, el antibiótico penicilina se extrajo originalmente del moho Penicillium, y los investigadores siguen desarrollando antimicrobianos y otros agentes a partir de hongos.

Las infecciones fúngicas en los humanos son mayormente causadas por levaduras o mohos. Las levaduras son hongos unicelulares, con una forma redonda u ovalada, y se reproducen típicamente por gemación. Candida es la levadura más común que se encuentra en los laboratorios clínicos, aunque existen muchas otras levaduras, como Cryptococcus y Malassezia. Los mohos, por otro lado, son multicelulares y están compuestos por filamentos llamados hifas. Algunos hongos son dimórficos, lo que significa que presentan una forma de levadura o de moho, dependiendo de su entorno. Los hongos dimórficos térmicos cambian su forma dependiendo de la temperatura, y entre estos se encuentran Blastomyces, Histoplasma, Sporothrix schenckii y Paracoccidioides. Coccidioides no depende de la temperatura para su dimorfismo.

El amplio grupo de mohos térmicamente monomórficos se divide generalmente en Mucorales (también conocidos como Zygomycetes e incluyen Mucor y Rhizopus), dermatofitos (que atacan los tejidos queratinizados), el gran grupo de hifomicetes hialinos (que incluye Aspergillus y Fusarium) y los mohos dematiáceos o de pigmentación oscura. Investigaciones taxonómicas recientes han clasificado a los microsporidios y Pneumocystis como hongos; organismos que anteriormente se clasificaban como parásitos y que se discutían junto a los parásitos en textos antiguos.

Los hongos pueden infectar cualquier tejido del cuerpo humano. Algunos son comensales, también conocidos como colonizadores. La mayoría de los hongos son oportunistas y pueden causar enfermedades cuando el sistema inmunológico de una persona está comprometido, o cuando existe una ruptura en las defensas naturales del cuerpo. Por ejemplo, las levaduras de Candida que colonizan las membranas mucosas pueden diseminarse por todo el cuerpo para causar enfermedades en casos de neutropenia grave (es decir, bajos niveles de neutrófilos). A medida que el número de individuos inmunosuprimidos sigue aumentando, los hongos que previamente se consideraban no patógenos están emergiendo como patógenos oportunistas.

El campo de la micología clínica está en constante crecimiento, y la llegada de nuevas tecnologías para la identificación de organismos ha transformado este campo en los últimos años. Una de estas técnicas es la espectrometría de masas asistida por láser de desorción-ionización (MALDI-TOF MS), que identifica organismos a través de sus componentes peptídicos. En este proceso, los péptidos dentro de la muestra (es decir, el hongo) se convierten en iones mediante un rayo láser. Los iones son luego acelerados a través de un tubo de vuelo; el tiempo que tarda en atravesar el tubo se determina por la masa y la carga de los distintos iones. Se genera un espectro característico o huella dactilar de los fragmentos peptídicos, el cual se compara con los espectros de espectrometría de masas de organismos microbianos conocidos en una base de datos. Este proceso es rápido y la técnica es altamente precisa. MALDI-TOF MS se utiliza principalmente para la identificación de levaduras, pero también puede usarse para identificar mohos.

Los ensayos moleculares altamente sensibles también proporcionan una identificación rápida y precisa. Sin embargo, el examen morfológico de los hongos cultivados sigue siendo el método principal de identificación de los mohos en muchos laboratorios. La recuperación del organismo para pruebas fenotípicas de resistencia antifúngica sigue siendo necesaria para la mayoría de los hongos, ya que los métodos moleculares de prueba de resistencia antifúngica no están ampliamente disponibles.

La recolección adecuada de muestras es fundamental para los estudios micológicos. Dado que los hongos están presentes en todo el entorno natural y como microbiota natural de la piel humana y las membranas mucosas, es esencial una correcta descontaminación de la muestra antes del muestreo para evitar la detección de hongos comensales o ambientales. Generalmente se deben evitar los hisopos para estudios fúngicos, ya que la cantidad de material del paciente que se puede recoger con un hisopo es limitada. El transporte rápido de las muestras al laboratorio es necesario para un crecimiento adecuado de ciertos hongos exigentes, como los de la familia Mucorales, que tienen una estructura frágil.

En cuanto a la seguridad, los requisitos de bioseguridad para el manejo de muestras para estudios micológicos son más estrictos que en otros laboratorios microbiológicos que manejan bacterias o parásitos. Aunque la mayoría de las levaduras pueden manipularse bajo condiciones de bioseguridad BSL-2, los cultivos de la mayoría de los hongos dimórficos deben ser manejados con precauciones adicionales en un laboratorio BSL-3 debido al mayor riesgo de infección que presentan ciertos hongos.

La elección del medio de cultivo depende del tipo de muestra enviada, pero generalmente se utilizan medios no selectivos y selectivos para el cultivo de muestras. La observación microscópica directa de las muestras del paciente es un componente importante del cuidado del paciente, ya que puede proporcionar una pista inicial sobre si un organismo está presente y ayudar al clínico a reducir el diagnóstico diferencial. Los informes de microscopía directa, que incluyen términos morfológicos específicos como levaduras, hifas y pseudohifas, guían el tratamiento, ya que el tratamiento varía según el tipo de hongo.

¿Cómo se determinan y estandarizan los métodos fenotípicos de sensibilidad antimicrobiana?

La determinación precisa de la concentración mínima inhibitoria (CMI) es esencial para la correcta evaluación de la susceptibilidad bacteriana a los antimicrobianos. Entre los métodos fenotípicos, la microdilución en caldo (BMD, por sus siglas en inglés) se considera el estándar de referencia para la mayoría de las bacterias aeróbicas. Este método se basa en la observación directa de la ausencia de crecimiento bacteriano en pocillos que contienen concentraciones dobles seriadas de un antimicrobiano. La lectura debe hacerse con precaución, ya que pequeñas variaciones de una dilución doble son esperables y no deben interpretarse como cambios en la susceptibilidad. La presencia de “trailing endpoints”, especialmente con agentes bacteriostáticos, complica la interpretación; en tales casos, botones menores de 2 mm deben ser ignorados, ya que no reflejan inhibición completa del crecimiento.

El método BMD presenta limitaciones cuando se aplica a bacterias anaerobias, dado que los valores de CMI no correlacionan adecuadamente con los obtenidos por dilución en agar para la mayoría de estos microorganismos, salvo para el grupo Bacteroides fragilis. La lectura manual, realizada por personal capacitado, sigue siendo el procedimiento de referencia, aunque existen instrumentos automatizados que reducen la carga de trabajo y permiten integrar la identificación bacteriana con pruebas de sensibilidad fenotípica en sistemas aprobados por organismos reguladores.

El método de difusión en disco, o prueba de Kirby-Bauer, constituye una alternativa semicuantitativa ampliamente utilizada por su bajo costo y facilidad de implementación. En este método, discos de papel impregnados con antimicrobianos se colocan sobre placas de agar Mueller-Hinton inoculadas uniformemente con una suspensión estandarizada de bacterias. Tras la incubación, se mide el diámetro de las zonas de inhibición. Aunque estas zonas no permiten calcular una CMI exacta, los puntos de corte establecidos permiten clasificar los microorganismos como susceptibles, intermedios o resistentes. Factores técnicos como la profundidad del agar, el pH, su composición y las condiciones de incubación deben ser estrictamente controlados, ya que alteraciones pueden generar resultados erróneos. La presencia de subpoblaciones resistentes puede manifestarse como halos irregulares o colonias aisladas dentro de la zona de inhibición, lo que también requiere una interpretación experta.

La difusión en gradiente (conocida comúnmente por las tiras E-test) representa una evolución del método anterior. En lugar de discos, se utilizan tiras de plástico o papel no poroso que contienen un gradiente continuo de concentración antimicrobiana. Estas tiras, al ser colocadas sobre el agar inoculado, liberan el antimicrobiano en un patrón exponencial. La intersección elíptica entre el borde de la zona de inhibición y la escala impresa en la tira indica la CMI. Con agentes bactericidas, el punto final suele ser nítido, mientras que con agentes bacteriostáticos puede observarse un crecimiento difuso más allá del límite visible. En tales casos, la CMI debe determinarse observando una inhibición del 80–90%. Aunque este método está aprobado para su uso clínico con muchos microorganismos, no se considera un método de referencia.

La dilución en agar se mantiene como el estándar de oro para ciertas bacterias anaerobias y microorganismos fastidiosos como Helicobacter pylori. Este método cuantitativo consiste en inocular múltiples cepas bacterianas sobre placas de agar que contienen concentraciones predefinidas de antimicrobianos. Es un proceso laborioso, reservado principalmente para laboratorios de referencia, debido a la necesidad de preparar medios específicos y a la ausencia de automatización. La eficiencia puede incrementarse con el uso de replicadores que permiten inocular varias cepas a la vez, aunque sigue siendo un método costoso y de difícil implementación rutinaria.

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